Comentarios de Evangelio

21 de diciembre de 2025
IV Domingo de Adviento - A
(Is 7, 10-16 ; Rm 1, 1-7 ; Mt 1, 18-24)

Comentarios de Evangelio
"Relais d'Évangile"

Antiguamente en la revista " Le Règne de Jésus par Marie "

Gracias a todos los cooperadores Montfortianos

Noviembre (Ciclo C)

2 de noviembre - Conmemoración Difuntos

9 de noviembre - Dedicación Basilica de Latran

16 de noviembre - XXXIII Domingo T. O.

.
23 de noviembre- Cristo Rey

30 de noviembre - I Domingo de Adviento

Diciembre (Ciclo C)

7 de diciembre - II Domingo de Adviento

14 de diciembre - III Domingo de Adviento

21 de diciembre - IV Domingo de Adviento

28 de diciembre - La santa Familia

- Oración (La misa de cada día: Josep Otón Catalá)

21 de diciembre

Jesús, Señor y hermano nuestro,
estamos a punto de celebrar,
un ano mas, tu Navidad.
Hay personas que solo la celebrarán
consumiendo mas o gozando de vacaciones.
Otros no podrán hacer ninguna celebración,
preocupados apenas por sobrevivir.
Nosotros nos proponemos celebrarla y vivirla
a partir del evangelio y renovando la fe.
Te damos gracias porque, al venir al mundo,
eres la gran señal de que Dios ama a todos,
a los que lo conocen y aman como Padre
y a los que no lo conocen o incluso lo rechazan.
Hoy te pedimos que, como José,
estemos abiertos a acoger el proyecto de Dios,
que no nos inventemos una fe a nuestra medida,
sino que sepamos aceptar y poner en práctica
la propuesta que Dios nos dirige,
aunque no la entendamos totalmente
o supere nuestros cálculos humanos.
Te pedimos especialmente, Señor Jesús,
que no tengamos miedo de recibirte y seguirte
como salvador y guía de la humanidad.
Que seamos capaces de creer
que Dios está realmente con nosotros,
profundamente comprometido con nuestra vida,
compartiendo nuestras alegrías y sufrimientos
y animándonos en nuestra misión
de llegar a ser hijos e hijas suyos en plenitud,
viviendo de un modo más humano y fraterno.

25 de diciembre

Jesús, en esta Navidad quisiera ponerme
ante el belén o ante el evangelio abierto
y escuchar qué me dices a través de ellos.
Ante todo, me pregunto qué somos para ti
los seres humanos, o qué valor nos confieres
al querer hacerte uno de nosotros.
El belén y el evangelio me hablan
de la pobreza que viviste desde el nacimiento
hasta la sepultura, y de tu amor a los pobres.
Me hacen sentir admiración por María y José
luchando para sacar adelante aquella familia.
y por los pastores que, al escuchar el anuncio,
lo dejan todo y van a encontrarte a ti,
que has venido como luz en nuestra noche.
Me siento invadido y cautivado por la alegría
y la paz que respira toda la escena,
sin duda porque tú eres nuestra paz.
Quisiera también que esta contemplación
no me deje indiferente, si no que me contagie
la alegría y la paz que viniste a traemos;
la fidelidad de José y María por cuidar de ti
y ayudarte a crecer en todos los aspectos;
la presteza de los pastores para ir a Belén.
y sobre todo me contagie el amor y la solidaridad
que tu nacimiento expresan.
Que no viva indiferente a tu presencia
en el mundo y en cada mujer y hombre
a quien tu valoras y acoges como hermanos.
Si tú te hiciste nuestro hermano
eso es exactamente lo que debemos hacer
los que deseamos ser cristianos.

Ciclo A

José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer,
porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo.
Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús,
porque él salvará a su pueblo de los pecados
.

Presencia del Espíritu Santo creador. El Señor es salvación, libera del pecado, reconcilia. En el plan de Dios es fundamental la encarnación del Mesías. Por su  José se convierte en custodio crucial de la verdad divina y en colaborador del plan salvífico. Estamos ante un cuadro estimulante: un hombre con una gran estatura en su fe, que no es eximido de las vacilaciones y temores ante las situaciones difíciles, es capaz de dar el salto y abandonarse a la gracia iluminadora de Dios. El ángel le dice: No temas acoger. Así atraviesa la cortina oscura y se abre participativamente al gran horizonte de la salvación que se inaugura en Jesús. La misión de José es la de poner nombre a la promesa: Jesús, en hebreo Jeshua o jehoshua, y que significa Dios es salvación.

Jesús revela la esencia de su misión redentora. Él es el salvador del hombre, quien recupera a las personas perdidas en su lejanía de Dios para traerlas de nuevo a la comunión plena con Él, toma sobre sus hombros a su pueblo y lo conduce a la plenitud de vida. ¿Qué puede ser una Navidad sin nombrar a Jesús, sin alegrarnos en él? Después de veinte siglos, los cristianos hemos de aprender a pronunciar el nombre de Jesús de manera nueva: con cariño y amor, con fe renovada y en actitud de conversión. Te diré mi amor, Rey mío, cuando el corazón se inflame y la luz llene los ojos y la sonrisa se ensanche.

Feliz entrada a la Navidad.
Un abrazo, mi oración y mucha salud. Antón

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Lectura orante del Evangelio: Mt 1, 18-24

Entonces llamó a un arcángel / que san Gabriel se decía,
y enviólo a una doncella / que se llamaba María,
de cuyo consentimiento / el misterio se hacía;
en la cual la Trinidad / de carne al Verbo vestía;
y aunque tres hacen la obra, / en el uno se hacía;
y quedó el Verbo encarnado / en el vientre de María (San Juan de la Cruz )

José Antonio Nieto (España)

María esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

Entramos en la admirable espera de María, esperamos con Ella la acción del Espíritu. La Navidad es fruto del Espíritu, danza inacabable de su ternura, paz para un mundo herido por la violencia. El Espíritu nos enseña a esperar a Jesús, se alegra de mostrar a Jesús. Con su alegría, consentimos - “hágase”- que el misterio de amor de Jesús se encarne en nuestra vida y embellezca el mundo con su bondad. Porque Dios se hace hombre por obra del Espíritu, el misterio último de la vida es un misterio de bondad, de bendición y de gracia.

El Evangelio es el mensaje más hermoso que tiene este mundo (Papa Francisco).

A José, su esposo…se le apareció en sueños un ángel del Señor.

Entramos en la anunciación de José, modelo admirable fe, que se pone al servicio de la novedad que se le presenta de un modo desconcertante. No queremos vivir sin misterio por dentro, no queremos una Navidad sin Jesús. En medio de la noche acogemos a Jesús con la lámpara de la alegría de la fe, nos acercamos en silencio a la bondad de Dios que aparece ante nuestros ojos sobre la tierra.

En tus caminos, Señor, siempre brilla tu luz.  

Le pondrán por nombre Emmanuel, que significa ‘Dios con nosotros’.
Nos acercamos al icono de María para empaparnos del amor que Dios nos tiene, para entrar en la revolución de la ternura, para ser ante sus ojos de amor. Jesús es el Dios con nosotros: este es el milagro de la Navidad. ¡Qué admirable cercanía! ¿Hay algo más bello y grande en esta vida? No estamos solos, no estamos perdidos en el mundo. Una corriente de amor viene a nuestro encuentro; y nosotros le ponemos nombre: Jesús y decimos: Jesús, Jesús, Jesús… ¿Qué puede ser una Navidad sin nombrar a Jesús, sin alegrarnos en él?
Nuestra tristeza infinita sólo se cura con un infinito amor (Papa Francisco).

Cuando José se despertó hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.
Entramos en la casa de José y de María; los dos le han dicho sí a Dios y la casa se ha llenado de ternura y de esperanza; la casa es ahora un manantial de alegría donde nuestras fatigas encuentran el consuelo. Gracias a José y a María, también nosotros podemos llevar el misterio de Jesús a nuestra casa. Y al sentir cómo nos enamora y embellece, podemos celebrar la Navidad con gozo y gratitud, con adoración y anuncio misionero, con justicia y servicio a los más pobres.
Donde nace Dios, nace la esperanza, y las personas encuentran la dignidad (Papa Francisco).
 

¡Feliz Adviento! ¡Ven Señor, Jesús! ¡Feliz Navidad!.
Un abrazo. Antón

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EVANGELIO DÍA A DÍA

Lunes, 22 de diciembre  
“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador… El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos” (Lc 1, 46-56).
El Magníficat es un canto de gratitud y fe en el que María proclama la grandeza del Dios de los pobres, que hace maravillas en quienes confían en Él. Es el Dios que actúa con misericordia. En el Magníficat la verdadera alegría nace de reconocer la acción de Dios en la vida, y se convierte en voz de los pobres y anuncio profético de un mundo nuevo donde triunfan la misericordia y la esperanza. Nos invita a mirar la vida con gratitud, a confiar en el amor fiel de Dios que transforma la historia

Señor, Dio, llena de tu Espíritu nuestro corazón,para que vivamos en alegría y esperanza.

Martes, 23 de diciembre  
“A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella” (Lc 1, 57).

El nacimiento de Juan desata la alabanza y confirma que Dios cumple su palabra. La familia y los vecinos se alegran porque la misericordia del Señor se hace visible en lo pequeño: un niño y un nombre cargado de misión. Zacarías recupera la voz al unirse a la voluntad de Dios, y su bendición contagia fe. 

El Adviento nos invita a descubrir los signos de vida y esperanza, confiar en la fidelidad de Dios y preparar, como Juan, un camino para que Cristo sea reconocido en lo cotidiano de nuestra vida. 
Convierte nuestras familias en hogares de fe, y a nuestras comunidades en talleres de comunión y misión.

Miércoles, 24 de diciembre  
“Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación… Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lc 1,67-79). 
El cántico de Zacarías proclama la visita de Dios que libera del miedo y abre caminos de paz. Su misericordia cumple las promesas y nos llama a servir con santidad en lo cotidiano: elegir el bien, pedir perdón y sostener a los frágiles. 
El Adviento nos llama a bendecir a Dios por su fidelidad, a reconocer la luz de Cristo en nuestras sombras y a prepararnos para recibirlo cada día como amanecer de misericordia, libertad y paz. En víspera de Navidad, abramos la puerta del corazón: Dios viene a habitar entre nosotros y a guiarnos con su luz, su amor y su paz.
Espíritu Santo, guíanos por caminos de justicia y paz, y fortalece nuestra fe para preparar con amor la venida del Salvador.

Los que formamos la familia del CIPE os deseamos una ¡Feliz y Santa Navidad!
Que el Niño Dios llene vuestros hogares de luz, alegría, paz y esperanza, y que María, su Madre,
os acompañe en el camino de la fe.