Ecuador

¿Itinerancia o Estabilidad? (EIV)

Paco, smm - Equipo Itinerante de la Visitación

Para comprender mejor y más a fondo este tema es siempre útil tener presente la vida de Jesús. No creo que se necesite leer demasiados libros, sino simplemente la lectura del Evangelio nos ayudará a valorar y aclarar un poco más estos conceptos. La vida de Jesús fue itinerante e hicieron lo mismo sus apóstoles, siguiendo su ejemplo. Después de ellos muchos santos fueron itinerando en fidelidad al Maestro. Hoy también hombres y mujeres buscan vivir su seguimiento de esta manera específica. Si leemos atentamente el caminar de Jesús por Palestina, nos damos cuenta que desde su tierra Galilea hasta Jerusalén, fue un continuo andar de pueblo en pueblo. Es cierto que en algunas circunstancias lo vemos más estable, pero generalmente está siempre en camino, hasta llegar a su meta definitiva: Jerusalén.

La itinerancia no es sólo caminar, es también la capacidad de abandonar los puestos de poder afirmados y garantizados, para elegir aquellos más accesibles a la gente común y a los más pobres. Es vivir con una efectiva sobriedad, sencillez, evitando gastos inútiles y exagerados en los medios que la sociedad nos ofrece continuamente, sobre todo hoy. Itinerancia es hacer una opción de no tener estructuras pesadas. Éstas deben ser sencillas, flexibles, de moderado volumen, lejos del dominio, del dinero, del prestigio. Por mi experiencia en la itinerancia puedo decir que a menor estructura más libertad y capacidad para seguir al Maestro.

Itinerancia es vivir en la provisionalidad. A veces en la itinerancia se puede llegar a ser tan fundamentalista que lo que llevas puesto hace la diferencia y todos deben ser así. Recuerdo un compañero de camino que tenía por ropero solamente 6 clavos. Todo estaba allí, no había más. Lo admiraba por su opción y su radicalidad, pero soy consciente que no todos vamos por allí.

Itinerancia es vivir y optar por la periferia, por los abandonados, las minorías. Es caminar hacia ellos y entre ellos, con los medios que ellos utilizan comenzando por los pies, los camiones, las busetas, las chivas. Es compartir su casa. Es vivir de la Providencia, buscando también formas de autofinanciación en el vagabundear de los caminos, de los ríos. Creo firmemente que la itinerancia hoy en muchos lugares del mundo y de nuestras comunidades cristianas es un ministerio que la Iglesia está redescubriendo. Es un servicio para los más pobres y es una opción de vida, como si fuera una invitación a volver a la radicalidad de los primeros cristianos. Me auguro y deseo que este ministerio pueda ser más descubierto y valorizado, no por lo que hace, sino por lo que es.
Leyendo el artículo de un compañero, él escribía: Nuestra verdadera vocación está basada en el seguimiento de Cristo y de sus apóstoles que han renunciado a todo derecho sobre cualquier lugar para proclamar por todas partes generosa y libremente el Reino de Dios (Mt 8, 20; Lc 9, 58). La inmovilidad o estabilidad de algunos de nuestros hermanos compromete en su base nuestra vocación y misión en la Iglesia y en el mundo. El concepto de estabilidad no es sólo físico. La estabilidad o inmovilidad más radical se encuentra en los hábitos de pensamientos y de valoración, que con frecuencia se convierten en obstáculos para la verdadera conversión. Estos obstáculos pueden estar constituidos por un pensamiento teológico rígido, una mentalidad incapaz de cambiar y pueden impedir a las personas el encontrar a Dios “fuera del campamento” (Ex 19, 17; 33, 7-11).

La estabilidad se puede comprender aún mejor cuando miramos nuestras estructuras, grandes y en lo posible inmensas, bonitas, con muros bien altos para que nadie entre, incomode, disturbe. Estabilidad es un tipo de servicio, el ejemplo más clásico lo ve-

mos en las parroquias, donde un sacerdote pasa o puede pasar muchos años sin moverse. Estabilidad es la incapacidad de lanzarse a las fronteras de la misión y quedarse en la retaguardia siempre. Es miedo a moverse, a la fatiga, o a lo que nos pueda suceder sin la garantía que tenemos en nuestra estabilidad. En estos momentos recuerdo lo que escribió san Francisco Javier, en una carta enviada a san Ignacio de Loyola, no tengo el texto original pero la idea era esta: estoy acá solo, con tantas almas para salvar, para bautizar y cuánto desearía que algunos de los que están en Paris enseñando, dejarán todo, para lanzarse en esta misión y ayudarme. Cuantas almas podríamos salvar, pero estoy solo. No perdió el ánimo y siguió su misión con la esperanza que algún compañero se le uniera.
Mientras camino por la amazonia cuanto me gustaría que algunos compañeros/as se unieran para visitar las comunidades, pero ¡no hay!,  existen cosas más importantes que visitar a estos campesinos, colonos o indígenas. O la estabilidad nos pone siempre con la preocupación de lo que me pueda pasar, ¿y si me enfermo? ¿y si me canso? Y cuantas preguntas que nos bloquean, lo digo para los sacerdotes pero vale para todos los cristianos. Cuando estuve en Brasil me di con lo inmensa sorpresa de la falta de agentes pastorales en la amazonia, mientras en el sur de Brasil había mucho más de la mitad de los obreros de la viña del Señor. Pero en la amazonia, ¿y por qué arriesgar la vida por poca gente? La cosa simpática es que esta frase un día la escuché de un obispo, diciéndome sin muchos términos que mi opción de itinerar en la amazonia, era perder el tiempo, cuando en las grandes ciudades no habían sacerdotes y con una super población. ¿Qué decir frente a esto? ¿Acaso esta gente no tiene el mismo derecho de los de la ciudad?, y es una prioridad de la Iglesia ir donde nadie va ni quiere ir y con todos los problemas que tiene.

He escuchado muchas discusiones sobre la itinerancia o la estabilidad, cada parte defiende lo suyo, con fuerza y vehemencia. La estabilidad tiene más fuerza, el grupo más fuerte está allí, la itinerancia es un grupo reducido, son los vagos de nuestras comunidades, son los radicales...

He leído textos sobres estos temas y ya que el papel aguanta todo, quien tiene la voz más fuerte gana.
Creo que tendríamos que entender que las dos son una ayuda reciproca, son necesarias para ambas partes, la itinerancia es un apoyo a la estabilidad, para que no se fije demasiado y darle la ayuda necesaria donde ella no llega. La estabilidad con su estructura facilita la itinerancia para que pueda seguir itinerando por las comunidades, las dos solas no pueden vivir, en parte son tan radicalmente diferentes y de otro lado complementarios. Este tema es tan discutido hoy en muchas congregaciones, también en la mía, y se busca en el discernimiento una luz, que ilumine y que nos lance en una conversión capaz de asumir la una y la otra. Dios quiera que sea así, porque en muchas partes del mundo las necesitamos a ambas, sin llegar a radicalismos de parte.

Con mucho cariño,