IIIª ETAPA

CONOCIMIENTO DE JESÚS

 

49. Objetivo: Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti único Dios verdadero, ya tu enviado, Jesús, como Mesías (Jn 17, 3). He aquí la meta que se propone esta etapa: el conocimiento de Jesús, el Mesías y en El, el conocimiento del misterio de Dios. Un conocimiento que no es simplemente algo intelectual, sino una experiencia de vida, una presencia de Dios en nosotros: Yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros (Jn 14,20).

El gran Maestro de este camino espiritual, san Luis María de Montfort, recomienda algunas oraciones especiales para esta etapa. Son ellas: las letanías del Espíritu Santo, el himno: Salve, Estrella del mar y las letanías del Santo Nombre de Jesús. Más que las fórmulas, lo que se busca es: la docilidad a la acción del Espíritu Santo; la presencia activa de María en esta acción transformadora; la contemplación de Jesucristo.

A) ¿QUIÉN ERES TÚ, SEÑOR?

50. A esta pregunta planteada por Saulo en el camino de Damasco, la respuesta del Señor no se hace esperar: Yo soy Jesús, a quien tú persigues (Hech 9, 5-6).

Desde el fondo de nuestro ser quizá también surge este mismo interrogante dirigido a ese que pasó haciendo el bien, que habló como nadie ha hablado: ¿Quién eres tú, Señor?

El mismo podría respondemos: para mi Padre, Yo soy su Hijo amado en quien El ha puesto sus complacencias. Soy El Hijo del Altísimo, el Consagrado (Lc 1,32.35). 51. Iluminados por la misma fe y el mismo amor que el discípulo amado, podemos hallar una radiante respuesta, a partir del capítulo primero del Evangelio de san Juan. Hagamos de cuenta que, no es Juan, sino Jesús en persona, el Verbo, la Palabra de Dios quien hace su propia presentación.

Yo soy la Palabra que existía ya desde el principio y se dirigía a Dios. Yo, la Palabra, soy Dios. Por mí se hizo todo. Y sin mí no se ha hecho nada de cuanto existe.

52. En mí se contiene la vida, vida que es luz de los hombres, luz que brilla en las tinieblas, así las tinieblas no me hayan comprendido. Pues vine al mundo, este mundo que ha sido hecho por mí, y el mundo no me conoció. Vine a mi propia casa, y los míos, mis hermanos, no me recibieron. Pero a los que me recibieron los hice capaces de ser hijos de Dios. Estos nacen de Dios.

Yo, la Palabra, me hice hombre y acampé entre ustedes. Y ustedes han podido contemplar mi gloria, gloria de Hijo único del Padre, lleno de amor y fidelidad. De mi plenitud todos ustedes reciben, ante todo un amor que responde a mi amor (ver Jn 1, 1-16).

53. A Jesús la gente lo conoce y él mismo se presenta como oriundo de Nazaret: Yo soy Jesús Nazareno (Jn 18,5). Muchas veces, a lo largo de su vida, Jesús tuvo la oportunidad de presentarse, ora como el Hijo de Dios: Ustedes lo están diciendo, yo soy el Hijo de Dios (Lc 22,70); ya como el Mesías: Yo soy el Mesías el que habla contigo (Jn 4,26); ya como rey. A Pilato que lo interroga: ¿Tú eres el rey de los judíos? Jesús le contestó: Tú lo estás diciendo, yo soy rey (Jn 18,33.37). También se presenta como el buen Pastor que da la vida por sus ovejas: Yo soy el buen Pastor (Jn 10,14),

Contemplando la Palabra de Dios:
" ¿Me dejo iluminar por la Palabra que es luz, es decir, Jesucristo? (Ver Sal 119(118) 1-16; 2 Tiro 3, 15-17)
" ¿Siento al Mesías como al Dios-con-nosotros? (Ver Jn 6, 67-29)

Súplica: ¡Muéstrame tu rostro, Señor!

B) YO SOY EL PAN DE LA VIDA

54. Jesús tuvo la osadía, osadía divina, de presentarse como el pan bajado del cielo, pan que da la auténtica vida, que conduce a la resurrección. Los dirigentes judíos se escandalizaron de esto y también sus discípulos quienes, además, encontraron dura esa palabra:
Yo soy el pan de la vida. El que se acerca a mi no pasará hambre y el que tiene fe en mi no tendrá nunca sed.. Los dirigentes judíos protestaban contra él porque había dicho que él era el pan bajado del cielo... Pues sí, se lo aseguro: quien tiene fe posee la vida eterna; Yo soy el pan de la vida. Sus Padres comieron el pan en el desierto, pero murieron; aquí está el pan bajado del cielo para comerlo y no morir. Yo soy el pan vivo bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Pero, además, el pan que yo voy a dar es mi carne para que el mundo viva.

55. Los dirigentes judíos se pusieron a discutir acaloradamente: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Entonces Jesús les dijo: Pues sí; les aseguro que si no comen la carne de este Hombre y no beben su sangre no tendrán vida en ustedes. Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día, porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. Quien como mi carne y bebe mi sangre está conmigo y yo con éL... Quien come pan de éste vivirá para siempre (Jn 6,35-58).
A través de este portento, Jesús ha querido quedarse en la Eucaristía para compartir con nosotros el vivir y caminar de cada día; para explicamos las escrituras y para nutrimos con su cuerpo y con su sangre.

Para la contemplación y la reflexión:

Ponte ante el sagrario, pregúntate:
" ¿Qué me dice Dios a través de estas palabras?
" ¿Qué puesto ocupa la Eucaristía en mi vida diaria?
(Ver ASE, 70-71).

Súplica: ¡Cuerpo de Cristo sálvame! ¡Sangre de Cristo embriágame!

C) HEMOS CONTEMPLADO SU GLORIA...

56. A quienes Jesús había llamado para estar con Él y para enviarlos a predicar, les preguntó un día: ¿Quién dice la gente que soy yo? ... Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Afinemos el oído de nuestra fe para gustar algunas de las respuestas fruto de la experiencia vivida por esos testigos.

" Pedro inspirado, no por su habilidad y pericia, no por la carne ni la sangre, sino por el Padre, por su Espíritu, responde: ¡Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo!... (Lc 9,20; Mt 16,13s).
" Juan, a partir de la experiencia excepcional de fe y de amor que había vivido con Jesús, nunca se cansó de repetir:
- "¡DIOS ES AMOR!":
- amor manifestado en Jesucristo, hecho propiciación por nuestros pecados,
- amor que en nosotros llega a su plenitud;
- amor que nos da su Espíritu y permanece en nosotros;
- amor que lleva al conocimiento del misterio más íntimo de Dios... (1Jn 4,10-21).

57. Por su parte el apóstol Pablo que había vivido, en el camino de Damasco, un encuentro extraordinario con Jesús a quien andaba persiguiendo en la persona de los cristianos, confiesa que El (Jesús)

constituye la razón de su existencia; es más, que El constituye su vida: Para mí vivir es Cristo (Flp 1,21). Y añade que Cristo es el amor de Dios derramado profusamente sobre nosotros. El Amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado (Rm 5,5). Y concluye que poseerlo todo y no tener él amor es no tener ni ser nada. Si no tengo amor, nada soy (lCo 13,2).
De ese Jesús, Amor del Padre derramada por el Espíritu Santo, nos habla en el capítulo 13 de su primera carta a los Corintios que podríamos leer, poniendo a Jesús como sujeto, de la siguiente manera: Jesús-Amor es paciente, es afable; Jesús no tiene envidia, no se jacta ni se engríe, no es grosero ni busca lo suyo; Jesús no se exaspera ni lleva cuentas del mal, no simpatiza con la injusticia, simpatiza con la verdad Jesús disculpa siempre, confía siempre, espera siempre, aguanta siempre. Jesús no falla nunca (ver lCo 13,4.8).

Contempla al Dios-Amor:
" ¿Es el amor el móvil de tu vida?
" ¿Tu amor tiene las características del amor de Cristo? (Ver Mt 5, 20-25; Mt 5,43-47; Jn 15, 11-17; 1 Jn 4,7-15)

Súplica: Señor, ¡Haz que mi amor sea semejante al tuyo!

D) DINOS, MARÍA...

58. Si a María le preguntáramos: - Para ti ¿quién es Jesús? Ella podría respondernos:
- es el Hijo de Dios, el Salvador;
- el Consagrado: Heme aquí que vengo para hacer, oh Dios, tu voluntad;
- es mi Hijo, el fruto bendito que, por virtud del Espíritu Santo, concebí y llevé en mi vientre;
- a quien di a luz en la pobreza de Belén y alimenté con mi leche;
- el que presenté en el templo;
- al que, perseguido por Herodes, tuve que llevar, huyendo, a Egipto;
- el que, por treinta años, quiso someterse a mí, en Nazaret:
- el que pasó haciendo el bien y tiene palabras de vida eterna;
- el que dio su vida para redención de muchos;
- junto a su cruz estuve yo, de pie, escuchando y acogiendo sus últimas palabras;
- él es mi Señor cuya grandeza proclamo;
- es el Dios mi Salvador en quien mi espíritu se alegra;
- el que se ha dignado poner sus ojos en la pequeñez de su esclava;

59.
- es el Poderoso, el que ha hecho obras maravillosas en mí y a través de mí;
- es el Santo por excelencia, el Misericordioso que se apiada de sus fieles;
- aquél que ha intervenido y seguirá interviniendo con la fuerza de su brazo;
- el que desbarata los planes de los soberbios;
- el que derriba del trono a los poderosos y exalta a los humildes;
- el que colma a los hambrientos de bienes y a los ricos los despide vacíos;
- el que auxilia a sus siervos, acordándose de su misericordia,.. (ver Lc 1,47-55).

Gusta y contempla el cántico de María: (ver Lc 1,46-55)
" ¿Qué te sugiere para tu vida personal y comunitaria?
" ¿Podrías componer tu propio Magníficat?

Súplica: ¡Oh María, enséñame a proclamar las maravillas que Dios hace en mí!

E) JESUCRISTO, EL ALFA y LA OMEGA

60. Entre los muchos y maravillosos testimonios, escogemos el de un gran amante de Jesucristo, Verbo de Dios, Palabra, Sabiduría de Dios, Es el de san Luis María de Montfort testigo y maestro de la espiritualidad mariana, como lo llama el Papa Juan Pablo II en su encíclica La Madre del Redentor, 48,

"Jesucristo es el Alfa y la Omega, el principio y el fin de todas las cosas... Pues, solo en Cristo permanece toda la plenitud de Dios, en forma corporal (Col 2,9) y todas las demás plenitudes de gracia, virtud y perfección. Solo en Cristo hemos sido beneficiados con toda clase de bendiciones espirituales" (Ef 1,3).

61. "Porque El es:
- el único Maestro que debe enseñamos,
- el único Señor de quien debemos depender,
- la única Cabeza a la que debemos vivir unidos,
- el único Modelo al que debemos asemejamos,
- el único Médico que debe curamos,
- el único Pastor que debe apacentarnos,
- el único Camino que debe conducimos,
- la única Verdad que debemos creer,
- la única Vida que debe vivificamos y
- el único Todo que debe bastamos.

No se ha dado a los hombres sobre la tierra otro Nombre por el cual podamos ser salvados que el de Jesús" (Hch 4,12) (VD 61).

Contemplando a Cristo, mi principio y mi fin:
" ¿Es, de veras, el Señor mi único Todo o me esclavizan otras cosas? (Ver Lc 10,38-42)
" ¿Cuál es mi actitud frente a las cosas terrenas? (Ver Mt 13,44-46).

Súplica: ¡Oh Señor, ven a vivir en mí!

62. N. B. Los números siguientes en el Tratado de la Verdadera Devoción... (62-67) van en el mismo sentido y podrían constituir una hermosa complementación" en especial la oración de san Agustín que allí ofrece el Padre de Montfort. Nuestro caminar hacia Dios supone una comunión íntima con Cristo. Sólo Él puede participarnos su santidad colmarnos de sus dones y muy particularmente del don de su Espíritu Santo. Si Él es nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida, hemos de cultivar sus virtudes, contemplar sus misterios. Por Él, con Él y en Él podremos dar a Dios, todo honor y toda gloria.

Oración

63.
Oh Jesús, que vives en María:
Ven a vivir en nosotros: tus siervos,
con tu Espíritu de santidad,
con la plenitud de tus dones,
con la perfección de tus caminos,
con la realidad de tus virtudes,
con la comunión de tus misterios.
Domina en nosotros
sobre todo poder enemigo
por tu Espíritu Santo,
para la gloria del Padre. Amén